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La rebelión de las arañas

Si realizásemos una encuesta preguntando qué es lo más característico de los mamíferos, la mayoría de nosotros responderíamos, con toda probabilidad y acertadamente, que sus hembras tienen mamas con las que producen leche para alimentar a sus crías —digo la mayoría porque en esto de las encuestas, las respuestas pueden llegar a ser estrambóticas—. Si preguntásemos lo mismo sobre las arañas, la respuesta mayoritaria sería, casi con toda seguridad, que tejen telarañas. Sin embargo, de las más de 49.200 especies conocidas de arañas, solo la mitad, aproximadamente, tejen telarañas. Lo que sí hacen todas las arañas es producir seda. Aunque con diferentes propósitos.

Un arnés de seguridad

Las arañas saltarinas, por ejemplo (hay más de 6000 especies conocidas), se desplazan  —¿lo adivinan? — dando saltos. Al hacerlo, dejan tras de sí un par de líneas de seda, por si fallan en el salto —hasta para las arañas un trompazo no deja de ser un trompazo, y sube tú luego a lo alto de un árbol de quince metros—. Son capaces de dar saltos de una longitud de más de veinte veces su tamaño. Para hacernos una idea de lo que esto supone: un hombre tendría que dar un salto de unos 35 metros para lograr algo similar; si tenemos en cuenta que el récord mundial de salto de longitud es, en estos momentos, de 8,95 metros —récord establecido por el estadounidense Mike Powell en 1991, ¡ya ha llovido! —, estas arañas son un auténtico prodigio del atletismo. Aunque la medalla de oro en la disciplina de salto de longitud se la llevan algunas ranas, como la rana de nariz puntiaguda africana, Ptychadena oxyrhynchus, cuyos saltos pueden alcanzar casi cien veces la longitud de su cuerpo. Es el récord alcanzado por un ejemplar de esta especie en un concurso de saltos de rana que tuvo lugar en el Condado de Calaveras, en California; un lugar en el que, a juzgar por las cosas que hacen para pasar el rato, debe haber tantas posibilidades de ocio como en el interior de un desagüe.

Antes de pasar al siguiente tipo de araña que se rebela contra la costumbre de tejer telarañas, veamos un par de curiosidades sobre las arañas saltarinas. La primera es que, aunque la mayoría de las arañas son rabiosamente carnívoras, las saltarinas incluyen algo de polen y néctar en su alimentación —no mucho, a fin de cuentas no hay como un buen filete de mosca—. La segunda curiosidad tiene que ver con su sentido de la vista. Las arañas tienen en su mayoría ocho ojos, aunque muchas tienen seis o incluso menos. Dos de ellos, los ojos principales, son de mayor tamaño y están situados en la parte frontal de la cabeza —del cefalotórax para ser más exactos—. Los otros son más pequeños y se distribuyen debajo de los principales, a los lados de la cabeza, en la parte superior o incluso en la trasera, dependiendo de la especie.  Una de las razones para tener tantos ojos y situados en estos lugares es que las arañas no pueden girar la cabeza. A pesar de ello, la agudeza visual de las arañas es, en general bastante pobre. La mayoría apenas si detecta más que cambios en la intensidad de la luz. ¡Hay que jorobarse! Tantos ojos para no ver bien… Pero, como decíamos, las arañas saltarinas —junto con las arañas lobo, de las que hablaremos más tarde—, son la excepción. Los dos ojos principales les permiten formar imágenes bastante nítidas. Los seis ojos secundarios actúan de diferentes maneras, proporcionando un mayor ángulo de visión o a modo de detectores de movimiento, lo que permite a estas arañas calcular la distancia a la que se encuentran sus presas o sus predadores. Estas arañas ven mejor incluso que las libélulas, que con sus enormes ojos son los insectos que ven mejor. ¡Ojo!, las arañas, como el resto de los arácnidos —entre ellos los escorpiones o los ácaros— no son insectos, aunque tanto los arácnidos como los insectos pertenecen al mismo filo animal, el de los artrópodos.

¡Sardinas frescué…!

 Otras arañas que no tejen las típicas telarañas a la que tan acostumbrados estamos son las Deinopidae, conocidas popularmente como arañas lanzadoras de redes. Como habrán adivinado, lo que hacen es usar su seda para tejer una pequeña red que sujetan con sus patas delanteras y que lanzan para atrapar a sus presas. El mismo método, el de la red de mano, que usaban muchos pueblos en la antigüedad, entre ellos griegos y romanos. Me pregunto si
no tomarían prestada la idea de pescar con redes de nuestras amigas las arañas.

 

Otro de los usos que dan estas arañas a su seda es la fabricación de nidos, debajo de la hoja de una planta. Nidos que camuflan con otras hojas a base de unirlas con seda, y dentro de los cuales ponen sus huevos. Uno de los géneros más comunes de esta familia de arañas es el de las llamadas arañas cara de ogro, porque sus dos ojos principales son tan grandes que parecen no tener más; bueno, por eso y porque su aspecto es tan espeluznante, al menos para el patrón humano —seguro que ellas se ven guapísimas y a nosotros nos consideran unos monstruos— que se las compara con los mitológicos ogros.

Un cowboy en el saloon

Otra forma de cazar utilizando la seda es el que utilizan las llamadas arañas escupidoras. Escupen, obviamente. ¿Qué? Una mezcla de seda y veneno que lanzan moviéndose de lado a lado a toda velocidad para que salga disparada en zigzag, con lo que consiguen recubrir el cuerpo de su presa. Al entrar en contacto con esta, la mezcla de seda y veneno se convierte en una masa pegajosa, inmovilizando a la presa. La araña se abalanza entonces sobre su botín, le inyecta su veneno y la envuelve en seda. ¡A la nevera!

Al escondite inglés

Y seguimos usando la seda para cazar. Es como una navaja suiza. Las llamadas arañas de trampilla se meten bajo tierra o en algún hueco en la corteza de un árbol y fabrican una portezuela a base de tierra, vegetación y seda bajo la que se esconden. La bisagra de esta trapilla está también fabricada con seda. La araña mantiene la trampilla cerrada hasta que siente las vibraciones de un insecto en las proximidades. En ese momento abre el portillo, sale y atrapa a su presa, todo a una velocidad increíble. Y ya que construir el escondrijo les lleva un tiempo precioso y no están las cosas para desperdiciarlo, utilizan también su escondite, con su puerta bien camuflada, para incubar a sus crías.

Un saco de huevos

Los licósidos o arañas lobo, unos animales de patas largas y peludas, tampoco tejen telarañas.

Seguro que conocen a las más grandes de todas: las tarántulas —las del Viejo Mundo, porque en América se denomina tarántula a otro tipo de arañas, de una familia diferente—. Su nombre procede del italiano tarentola, en alusión a la ciudad italiana de Tarento, en la que abundan estos arácnidos. De aquí proviene otro vocablo, tarantismo, un fenómeno histérico de tipo convulsivo con una sintomatología psiquiátrica parecida a la de la epilepsia que antiguamente se creía causada por la picadura de las tarántulas. Y de este término se deriva igualmente la palabra tarantela, un baile popular del sur de Italia, también muy movidito.

Aunque las tarántulas son temidas por su veneno, lo cierto es que su mordedura no es fatal, si bien puede producir necrosis muscular en la zona de la picadura. De hecho, hay otras arañas mucho más venenosas, como la araña bananera, Phoneutria phera, aunque no es una araña lobo. Es la más venenosa del mundo. Con el veneno de una de ellas se puede matar a varios hombres Suele vivir en las plantaciones de plátano, por lo que los recolectores de esta fruta son picados ocasionalmente por estas agresivas arañas. Si no se dispone del antídoto, la muerte sobreviene pasadas unas pocas horas: además de sufrir un intenso dolor, la víctima pierde el control muscular, incluido el del diafragma, muriendo por falta de oxígeno. Una de las toxinas contenidas en este veneno, conocida como Tx2-6, produce en los hombres un desagradable efecto: una dolorosa erección que puede durar varias horas y que puede producir impotencia en la víctima (si no se muere, claro). Algunos científicos están investigando la posibilidad de utilizar esta toxina como base para la producción de un fármaco destinado a tratar los problemas de erección.

Pero volvamos a las arañas lobo. Son únicas en la forma en que llevan sus huevos. Los llevan dentro de un saco redondeado hecho de seda. Este saco está adosado a la parte trasera de su abdomen, lo que permite a la araña llevar consigo a sus crías por nacer. Se trata de un lugar aparentemente incómodo pero, a pesar de ello, la araña sigue siendo capaz no solo de moverse con agilidad, sino también de cazar. Inmediatamente después de emerger de su estuche protector de seda, las pequeñas arañas trepan por las piernas de su madre y se apiñan en su espalda. La madre las lleva a caballito durante varias semanas, hasta de que son lo suficientemente grandes para valerse por sí mismas.

Una característica de algunas especies de araña lobo es que practican el canibalismo sexual, como hacen las mantis. De hecho, las hembras llegan a comerse al macho incluso antes de comenzar la cópula. Al parecer los más afectados por esta costumbre son aquellos machos que presentan unas características que, a ojos de las hembras, resultan menos atractivas o saludables (me pregunto si sería en esto en lo que se inspiraron Los Sírex, un grupo de rock barcelonés de los 60, cuando compusieron aquella canción titulada Que se mueran los feos).

Pesca con arte

Este tipo de arañas utilizan también la seda para cazar, pero de una manera ciertamente curiosa. Parecen pescadores con una caña muy especial entre sus patas. Las hembras del género Mastophora producen algunos de los componentes de la feromona sexual producida por las hembras de algunas polillas nocturnas. La araña tiende una línea de seda horizontal por debajo de ella, sujetándola con una de sus patas, y secreta un fluido viscoso que, al bajar por el hilo de seda, forma un glóbulo en el extremo inferior del mismo. Las polillas macho son atraídas por el olor de lo que creen es una potencial pareja. La araña, estimulada por las vibraciones de las alas de la polilla, lanza el hilo con la gota de feromona en dirección a la polilla. Si consigue golpearla con la viscosa gota, la polilla queda atrapada, momento en el que la araña se abalanza sobre ella para inmovilizarla con veneno, ejecutando a la vez una hábil maniobra con el hilo de seda.

Esta táctica de atracción sexual a base de feromonas no es exclusiva de estos animales. Algunas orquídeas producen también sustancias químicas que imitan las feromonas sexuales de algunos insectos, como abejas o avispas. En este caso, la flor de la orquídea también tiene cierto parecido visual con la hembra de dicho insecto. El macho, al sentirse atraído por el olor, se aproxima a la flor e intenta copular con lo que cree es una hembra. La posición de esta supuesta hembra es tal que las masas de polen de la orquídea se quedan adheridas a la cabeza del macho, que las llevará de gorra más tarde hasta otra orquídea para su fecundación.

¡Que desconfiado eres, hijo!

Las arañas cangrejo tienen una apariencia cuadrada parecida a un cangrejo con dos pares de patas largas y gruesas al frente y dos pares de patas más cortas detrás. Y, como los cangrejos, pueden caminar de lado. Las hembras de algunas especies practican también el canibalismo sexual. Pero sus machos no son de los que se dejan pillar fácilmente. Su estrategia para no ser devorados, una estrategia que comparten con los machos de algunas especies de viudas negras, consiste en enredar a la hembra en hilos de seda para no ser atacados. Sobra decir que no todos consiguen hacerlo a tiempo.

 

Regalos con trampa

Los machos de la Pisaura mirabilisi ofrecen regalos a las hembras para copular. De hecho, si no hay regalo «nupcial», no hay cópula que valga. Durante esta, el macho mantiene una pierna en el regalo, por si la hembra intenta escapar con él o atacarlo. Muchos machos, si creen que van a ser atacados y canibalizados, se hacen el muerto. La hembra, creyéndolo muerto, vuelve su interés de nuevo al regalo, momento que el macho aprovecha para «revivir» y seguir copulando. Se estima que esta estrategia de hacerse el muerto duplica la posibilidad de copular de los machos.

Como una cabra

Al comenzar este artículo mencionábamos a los mamíferos diciendo que su característica más conocida es la producción de leche. Y que la de las arañas era la fabricación de telarañas. Pero no solo las arañas —ni los gusanos de seda— producen seda. Muchos otros animales lo hacen. Quizás el más insospechado sea precisamente un mamífero. ¿Un mamífero? Así es. Aunque la cosa tiene truco. Porque en la Universidad Estatal de Utah, en Estados Unidos, han creado por manipulación genética un tipo de cabra que produce seda de araña en su leche. ¿Con qué objeto? ¿Para fabricar tela de seda? No necesariamente. Pero esa es ya otra historia…

Este artículo NO está incluido en el libro ¿Se tiran pedos las mariposas?

¿Se tiran pedos las mariposas?

Cómo poner en aprietos a un guía en el
Museo Nacional de Ciencias Naturales

 

¿Contribuyeron las ventosidades de los dinosaurios a su extinción? ¿Dónde se puede comprar un tiranosaurio? ¿Cómo se alimenta a un oso hormiguero en cautividad? ¿Cuánto cuesta un cuerno de rinoceronte en el mercado negro? ¿Qué es el canibalismo sexual? ¿Cuánto medían los megalodones? ¿Cómo se diseca un elefante? ¿Cuanta tinta tiene un calamar gigante? ¿Aún se momifican mascotas? ¿Qué pez pone 300 millones de huevos? ¿Con cuántas especies humanas coexistimos en el pasado? ¿Cómo se sabe a qué dinosaurio pertenece un hueso fósil?

Conozca la respuesta a estas y muchas otras cuestiones y adéntrese en los entresijos de un museo de historia natural, las piezas que lo componen, las especies animales que pueblan sus salas y las anécdotas que jalonan su historia en este entretenido libro de divulgación.

«En estas páginas podrán ustedes sumergirse en las salas de los museos con la curiosidad de una niña y la sorpresa de un adulto.  Después de leerlo, estoy convencido de que querrán volver a visitarnos, para escudriñar de nuevo las vitrinas y comprobar que el mejor modo de aprender es dejar que vuele la imaginación.
Créanme: disfrutarán con cada página y, sobre todo, aprenderán muchísimo.  No dejen nunca de ser curiosos».

Santiago Merino Rodríguez
Director del Museo Nacional de Ciencias Naturales – CSIC

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