Cuando los visitantes salen de un museo de historia natural, lo hacen entusiasmados por lo que han tenido ocasión de ver y aprender, con la mente aún cargada de las imágenes de los impresionantes ejemplares de especies animales —muchas de ellas extintas— que pueblan sus salas. El propósito de estos museos no es solo el de conservar y exponer sus fondos. Lo es también el de educar y concienciar a nuestra sociedad sobre la necesidad de preservar la Biodiversidad de nuestro planeta, y contribuir a un futuro mejor mediante sus labores de investigación —el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), en concreto, cuenta con más de ochenta investigadores en sus filas—.
Las visitas guiadas representan una estupenda oportunidad para poderlos conocer más a fondo, pero su duración, limitada en el tiempo, condiciona su contenido y profundidad. Aun así, la tarea de mostrarle un museo a los visitantes resulta muy gratificante y también, en ocasiones, sumamente divertida. Las ocurrencias, situaciones y preguntas con las que nos encontramos los guías son inimaginables. En ocasiones éstas nos pillan con el paso cambiado, de lo inauditas que resultan. Y a pesar de lo sorprendentes que puedan parecer, no dejan de tener una cierta lógica. Pero los guías de los museos somos mortales a fin de cuentas, y no disponemos siempre de una respuesta a las mismas. Al menos no en el momento en que se nos plantean. Y, sin embargo, todas ellas merecen recibir contestación.
Eso es precisamente lo que pretende ¿Se tiran pedos las mariposas?, dando a conocer, de paso, muchos aspectos desconocidos de este tipo de museos. Entre ellos, la historia de cómo surgieron, a partir de los gabinetes de curiosidades y monstruosidades del siglo XVIII, fruto del movimiento ilustrado. Una historia larga —en 2021 se cumplen 250 años de la fundación del MNCN—, plagada de vaivenes e incluso de aventuras dignas de película.
Para hacerlo, he utilizado como hilo conductor las anécdotas vividas por los guías voluntarios y los educadores del MNCN durante los últimos años. Es una manera de arrancarle al lector una sonrisa, cuando no una carcajada, mientras a la par, se da respuesta a todas esas curiosas dudas, ofreciendo a los amantes de la vida animal una visión diferente de lo que es un museo de historia natural, de una manera amena y divertida.