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Tiranosaurios y pollitos

¿A quién no le resultan enternecedores esos pequeños pollitos recién salidos del cascarón? Recuerdo que, hace años, era habitual ver en los mercadillos pequeños puestos en los que se vendían estas criaturas, en ocasiones pintadas de colores. ¡Pobres animales! No sabían la que se les venía encima. Los niños se apelotonaban delante del tenderete, con los ojos abiertos como platos, intentando echar mano de alguno de los pequeñuelos mientras se repetían las voces diciendo: «¡Qué mono!», «¡Mamá, papá, ¿me compras uno?». Me pongo en la piel de aquellos polluelos, estremecidos ante la visión de unos enormes monstruos que parecían abalanzarse sobre ellos desde las alturas: para sufrir un ataque al corazón. Los que terminaban siendo adoptados no solían durar mucho; debido a la falta de una alimentación adecuada —«¿Les gustarán las chuches?»—, al frío, al estrés al que los sometían los chavales en su afán por jugar con ellos y darles cariño, o al gato de la familia. Aunque alguno, eran pocos lo que lo conseguían, conseguía medrar hasta convertirse en una señora gallina o un señor gallo, para desconcierto e incomodidad de los padres, que no sabían qué hacer con el animal. No por falta de ideas —entre ellas la de meter al animal en la olla— sino por el embrollo que aquello podía acarrear. Una cosa es comerse a un pollo anónimo y otra hacerlo con Pío-pío, un miembro de la familia.

Cuando recorro el edificio de Minerales, Fósiles y Evolución Humana del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) en compañía de un grupo de visitantes —en general grupos de escolares—, y llegamos a la zona dedicada a la era de los dinosaurios —un largo período de unos 170 millones de años, ahí es nada—, me detengo siempre ante una vitrina muy especial, a la que llamo, para mis adentros, la vitrina de los pollos.

En dicha vitrina se muestra un fósil de Archaeopteryx litographica, una de las aves primitivas más antiguas que se conocen, del tamaño de una urraca, que vivió hace unos 150 millones de años. El nombre de esta especie se debe a un paleontólogo alemán: Christian Erick Hermann von Meyer (1801-1869). En 1860 o 1861, von Meyer encontró en Baviera una pluma fosilizada en una piedra caliza, un tipo de material utilizado en litografía —un procedimiento de impresión que consiste en trazar un dibujo, un texto, o una fotografía, en una piedra calcárea o una plancha metálica y que hoy en día se utiliza para duplicar obras artísticas—. Y decidió nombrar a la especie a la que pertenecía  con el nombre de pluma (o ala) antigua litográfica (que es lo que quiere decir Archaeopteryx litographica). Meses más tarde un médico alemán encontraría el primer fósil de un esqueleto de una de estas antiguas aves. Lo vendió al Museo de Historia Natural de Londres, donde fue estudiado por sir Richard Owen, —el biólogo y paleontólogo que acuñó el término dinosaurio—, quien le asignó el nombre de Archaeopteryx macrura. Owen le dio un nombre diferente ya que no tenía la seguridad de que la pluma encontrada por von Meyer correspondiese a la misma especie.

 

Hay también en esta vitrina una recreación artística de esta especie, así como una de otro ave más pequeña, del tamaño de un gorrión: el Iberomesornis, cuyo nombre (pájaro medio ibérico) se debe a que el primer ejemplar fue encontrado en la península ibérica —más concretamente en el yacimiento de las Hoyas, en la provincia de Cuenca, donde vivió hace unos 125 m.a.—.

Plumas y protoplumas

Junto a ellos, se puede contemplar una reproducción de un dinosaurio muy conocido por todos, debido a su aparición en la saga de películas de Parque Jurásico: el velociraptor. Lo que llama la atención a los visitantes es el hecho de que este dinosaurio presente plumas en su cuerpo, muy especialmente en sus extremidades superiores. Aunque se asemejan ya a alas, queda claro a simple vista que eran insuficientes para volar.

 

Reproducción artística de un "Velociraptor mongoliensis". MNCN, Madrid.

No fueron los únicos dinosaurios cubiertos de plumas o, mejor dicho, de protoplumas. Hoy en día se sabe que muchos otros dinosaurios, esos descendientes de los reptiles a los que acostumbramos a ver con una piel reluciente similar a la de los lagartos (deinos=terrible + sauros=lagarto), las tenían. En cuanto a si se trató de una característica presente en buena parte de los dinosaurios a partir del Cretácico temprano, existe diversidad de opiniones. Hay incluso quien defiende que el temible Tyrannosaurus rex tenía protoplumas, por raro que pueda parecer.

Y, te preguntarás, si esas protoplumas no les servían para volar, ¿qué otra función contribuyó a su aparición y su permanencia evolutiva? Probablemente el mantenimiento del calor corporal, como ocurrió con el pelo de los mamíferos. Aunque también pudo servir como un atractivo sexual, como sucede, por ejemplo, con las coloridas plumas de muchas aves modernas.

Existe una controversia, no obstante, sobre si las plumas asimétricas que permiten el vuelo de las aves fueron una evolución de las protoplumas o si aparecieron de forma independiente. Esto se debe a que el primer ejemplar de dinosaurio conocido que tenía protoplumas, el Sinosauopteryx, es posterior en unos 30 millones de años al Archaeopteryx, que ya tenía plumas modernas. Esto no quiere decir que, en algún momento, se pueda encontrar algún dinosaurio con protoplumas más antiguo que el Archaeopteryx.

Y ya que no lo he dicho hasta ahora, las aves son consideradas descendientes de los dinosaurios, una rama evolutiva de los mismos, o dicho de otra manera, un tipo determinado de dinosaurios; los únicos dinosaurios que no se extinguieron en la 5ª extinción masiva que se produjo a finales del Cretácico, hace unos 66 millones de años. Entre los que se extinguieron entonces se encuentra el famoso Tyrannosaurus rex, que vivió solo durante los dos últimos millones de años de dicho período (68 m.a. – 66 m.a.) y no en el Jurásico (201 m.a. – 145 m.a.); no nos dejemos llevar a equívocos por el título de la película.

 

La invención de las alas

Se desconoce si el Archaeopteryx era capaz de remontar el vuelo desde el suelo, o simplemente se limitaba a planear, lanzándose desde las alturas. El pequeño Iberomesornis encontrado en Cuenca presentaba ya en cambio una estructura muy moderna, que nos recuerda a la de algunas aves actuales.

 

La evolución hacia las alas de las aves supuso no solo el recubrimiento de las extremidades superiores por una capa de plumas que permitían el vuelo, sino también un cambio morfológico de las mismas. Por ejemplo, los dedos y las garras —aún presentes en las alas— acabaron por perder su función prensil. Este cambio evolutivo se puede apreciar, en un estado intermedio, no solo en los Archaeopteryx, sino también en otras especies de protoaves, como el Confuciusornis (por el nombre, Confucio + sornis=pájaro, se puede imaginar usted el país en que fue descubierto), del cual podemos también contemplar un fósil en el MNCN. Del tamaño de un cuervo, su ala conserva dos dedos funcionales que le permitían asir objetos, el dedo medio y el pulgar, mientras que el dedo índice, el que sostiene las plumas de vuelo, presenta una pequeña garra.

 

Pero, además de la aparición de las plumas y las alas, las aves presentan otra característica que las distingue del resto de los dinosaurios: el pico. Un asunto este, el de la aparición por evolución del pico aviar, que abordaremos en el próximo artículo.

Y recuerda: la próxima vez que te estés comiendo unas alitas de pollo, lo que te estás metiendo en la boca es, ni más ni menos, que el brazo de un pequeño y moderno dinosaurio.

Si tienes ocasión, acude al MNCN y contempla la vitrina de los pollos. Te dejará un buen sabor de boca, te lo aseguro.

Este artículo NO está incluido en el libro ¿Se tiran pedos las mariposas?

¿Se tiran pedos las mariposas?

Cómo poner en aprietos a un guía en el
Museo Nacional de Ciencias Naturales

 

¿Contribuyeron las ventosidades de los dinosaurios a su extinción? ¿Dónde se puede comprar un tiranosaurio? ¿Cómo se alimenta a un oso hormiguero en cautividad? ¿Cuánto cuesta un cuerno de rinoceronte en el mercado negro? ¿Qué es el canibalismo sexual? ¿Cuánto medían los megalodones? ¿Cómo se diseca un elefante? ¿Cuanta tinta tiene un calamar gigante? ¿Aún se momifican mascotas? ¿Qué pez pone 300 millones de huevos? ¿Con cuántas especies humanas coexistimos en el pasado? ¿Cómo se sabe a qué dinosaurio pertenece un hueso fósil?

Conozca la respuesta a estas y muchas otras cuestiones y adéntrese en los entresijos de un museo de historia natural, las piezas que lo componen, las especies animales que pueblan sus salas y las anécdotas que jalonan su historia en este entretenido libro de divulgación.

«En estas páginas podrán ustedes sumergirse en las salas de los museos con la curiosidad de una niña y la sorpresa de un adulto.  Después de leerlo, estoy convencido de que querrán volver a visitarnos, para escudriñar de nuevo las vitrinas y comprobar que el mejor modo de aprender es dejar que vuele la imaginación.
Créanme: disfrutarán con cada página y, sobre todo, aprenderán muchísimo.  No dejen nunca de ser curiosos».

Santiago Merino Rodríguez
Director del Museo Nacional de Ciencias Naturales – CSIC

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Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Luis

    El blog es curioso, interesante, muy didáctico y lleno de detalles que te marcan pautas para comprender mejor los numerosos animales que hay en el Museo. Y te abre la curiosidad de leer el próximo libro de si las Mariposas se tiran pedos.c

    1. Fernando Arnaiz

      Muchas gracias, Luis. Estoy seguro de que «¿Se tiran pedos las mariposas?» te va a encantar.

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